miércoles, 31 de agosto de 2011


He elegido escribir sobre monstruos. Sobre humanos. He elegido no inventarme nada para poder inventármelo todo. Es la única manera de no tener miedo. y aún así, llevo meses durmiendo intranquila. A veces creo que algo respira a mi espalda. Otras, que saldrá de dentro y prenderá fuego todo lo prendible. En la oscuridad de mi habitación, estas noches cubiertas de gotas de sudor, de ruidos, de nostalgia, sigo inventando. Y siento miedo. Un miedo que no se me pasará cuando abra los ojos. Por desgracia.
He elegido escribir sobre lo que más temo, desde mi infancia. Una suerte de exorcismo, quiero pensar.
De todos modos, de esta aventura nunca se sale indemne.

lunes, 29 de agosto de 2011

"Una de las pocas cosas que sé acerca de la escritura es esta: gástalo todo, dispáralo a bocajarro, piérdelo sobre la marcha una y todas las veces que sea preciso. No conserves lo que parece provechoso para más adelante, para otra fase del libro: dalo todo. Dalo todo ahora. (...) El impulso de guardar para uno mismo lo que ha aprendido no sólo e svergonzoso, sino que es destructivo. Todo lo que uno no dé libre y abundantemente termina por perdérsele. Uno abre un buen día la caja fuerte y se encuentra con cenizas."
Annie Dillard. Vivir, escribir.

En la vida pasa igual. El egoísmo es uno de los principales engaños del ego: nos susurra al oído que perderemos eso que damos al otro, que lo dejaremos de disfrutar. Es mentira. Y solo lo experimentamos cuando somos capaces de renunciar de corazón, de dar eso que atesorábamos para nosotros.
Mis monstruos me exigen atención; yo me resisto. Los días en que la pereza me gana la partida acaban por convertirse en páramos desolados, llenos de ceniza. Lo mismo pasa con el dolor que encierran algunas palabras. Con la dulzura. Con ese amor que se nos escapa por los poros y que pide a gritos ser ordenado, canalizado en palabras; palabras que nunca nos atreveremos a decir, por miedo, por orgullo, amor ceniza que se desvanecerá en un golpe de viento y no habrá servido para nada.
Puedo pensar que ellos no existen, pero sé que no es cierto. Cada uno sabe pronunciar sus exorcismos; posee la receta del instante; encarna algo que no porque quiera decir es importante. Pero que soy yo, aunque no lo sea. Puede que sea todo un galimatías. Perdóname, te quiero, te he echado de menos, conocerte y que me conozcas, poder decir la verdad, cuán ingenua soy, me cuesta olvidar, sueño con tus abrazos. Tengo miedo. Nunca es mejor momento para decirlo que ahora mismo. Ellos los saben, los personajes. He decidido que puede haber amor dentro del odio. Que no demoraré más el instante de que se miren a los ojos de nuevo, en que al fin se reconozcan. Aunque de todas maneras yo termine siendo nada más que ceniza. Exactamente igual que ellos.


viernes, 26 de agosto de 2011

26.08.2011

"Basta con ser más honrado: quitarse de en medio siempre y en cualquier parte, no estorbar a los protagonistas de la propia novela, renegar de uno mismo, aunque sea por media hora."
Anton Chéjov

Quizá es pedir demasiado. Esa generosidad, por media hora. Olvidarse de uno, darle matarile al ego (que siempre resucita). No pensar, tan solo mover los dedos. Renunciar al control, cuando es posible que escribamos precisamente porque nuestras historias, las vidas de nuestros personajes son lo único que podemos controlar en esta vida. Una falsa muestra de poder en una realidad que nos desborda, que nos recuerda a cada instante qué vulnerables, qué pequeños somos. Demasiada generosidad. Renunciar al placer de escribir nuestras pequeñas venganzas si no convienen al propósito general de la novela... pero ser perspicaces como para saber incluso renunciar a la renuncia, si es que algo que nos toca bien hondo encaja a la perfección en la historia. Aunque duela. Aunque sea por media hora.

lunes, 22 de agosto de 2011


Siempre me ha gustado observar. Quizá por eso elegí mi profesión: desde el primer día en la universidad nos machacaron con que el examen visual del paciente es una de las partes más importantes de la evaluación. Y escuchar: la voz, la cadencia de la marcha, la respiración...
En este mundo boomerang las buenas costumbres se reciclan, se hacen necesarias por razones bien diferentes. Y te salvan la vida, y también te la complican.
Esta obsesión, por ejemplo, me salva del aburrimiento con frecuencia. Da de sentido a las actividades más sencillas. Y me ayuda a mirar a las personas, a mirarlas de verdad. A tratar de entenderlas, de ponerme en sus zapatos. A inventarles historias. A imaginar a sus madres. Esto también me ha salvado de la desesperación en muchos otros momentos, de la pérdida de fe en la gente, con todo lo decepcionantes que somos, lo mezquinos, lo cobardes. Ha mantenido engrasada mi capacidad de emocionarme con los pequeños gestos. Me ha ayudado a saber quién soy, por esa extraña teoría de los espejos.
Ahora estoy construyendo una pléyade de personajes que serán mis acompañantes durante mucho tiempo. Muchos de ellos son monstruos. Todos son humanos. No me veo diferente de nadie, ni a ellos de mí. Podrían estar vivos de veras, de hecho creo que si se me han ocurrido es porque lo están. De algún modo. Algunos tienen rasgos de personas que conozco. Otros se parecen demasiado a mí. Los hay respondones que no quieren reaccionar como yo ni así los maten (a mí me pasa lo mismo con mi madre). Todos quieren decirme algo. O quizá quieran ser mi voz. A veces creo que todos, todos, somos marionetas. Nada resulta ser cierto, pero me gusta creerlo.
Una vez me enamoré de uno de mis personajes. Fue cuando le hice llorar de risa en una escena. Luego soñé con él muchas noches seguidas. Y rastreaba cada rostro masculino por la calle en su busca. Se me pasó enseguida. Es posible que haya una medicación para todo esto. No lo sé. Tampoco sé por qué te lo cuento. Será que es lunes y que el otoño se acerca. Será que a veces tengo miedo de dónde me llevará este boomerang, finalmente. Observo y hallo. Y luego reproduzco, invento. Es posible que sea yo el personaje que se cree que observa. Aunque luego lo escriba.


jueves, 18 de agosto de 2011

"Los buenos libros se escriben solos. (...) Si el escritor piensa acerca de su material el tiempo suficiente, hasta que se vuelve parte de su mente y de su vida, y se acuesta y se despierta pensando en él, cuando al final se siente a trabajar fluirá con voluntad propia. Un escritor debe sentirse en sintonía con su libro mientras lo escribe, ya le lleve seis semanas, seis meses, un año o más. Es maravilloso el modo en que trozos de información, rostros, nombres, anécdotas, toda suerte de impresiones que llegan del mundo exterior durante el periodo de escritura se vuelven utilizables para el libro."
Patricia Highsmith. Suspense.

La vida es la materia, el plancton. Penetra, se instala en las circunvoluciones. Todo es alimenticio, nada se desecha. De repente, ya no existe al aburrimiento. La mente vuela lejos, se sostiene en otro mundo. Otro mundo posible. Todo tiene sentido, de repente. Los días se convierten en amigos, en aliados. Hay nombres inventados que empiezan a rebotar en las paredes del cráneo. Sombras detrás de la espalda. Algunos monstruos.
Luego te sientas a escribir y, es cierto, todo sale como las palabras en un ataque de ira, como las caricias ciertas noches: de dentro, mías, pero como si alguien nos dictara al oído. Milagroso, si nos paráramos a pensarlo.

sábado, 13 de agosto de 2011


Para empezar, el material es una enorme bola de lana que hay que hilar con cuidado, con finura, si quiero que el tejido no resulte burdo, no se rompa, si quiero que sea uniforme. después habrá que devanar lo devanable. Luego tejer, luego... Así es si permitimos que la diacronía ponga un orden, para entenderlo. Porque luego todo ocurre de manera sincrónica, de golpe y porrazo, vaya. Sálvese quien pueda. Todo a la vez, los hilos, las tramas, los personajes, algunos conflictos, el miedo, la ilusión, la inexperiencia y los tópicos. Siempre los tópicos.
Y encima con premisas: no caer en la autocompasión, ni en la autocomplacencia. Pero sobre todo, no tomarme muy en serio nada de nada. Y menos que nada, a mí misma.

jueves, 11 de agosto de 2011

A Louise Colet. 23-26 marzo 1854

Siempre hay que embarcarse en una obra como un pirata en su navío, con la intención de hacer fortuna, provisiones para veinte campañas y el ánimo intrépido. ¡Partimos, pero no sabemos cuando regresaremos! Quizá demos la vuelta al mundo.

Gustave Flaubert. Correspondencia escogida. Ed. Fuentetaja.


He alzado la Jolly Roger. Llevo buenas provisiones, biodramina, una tripulación inquietante, pero exquisita. Empiezo a escribir en estos días calurosos, venzo a la indolencia de las siestas eternas y me embarco. Tengo miedo, pero no importa. Quizá dé la vuelta al mundo.