lunes, 20 de diciembre de 2010

LA FUNAMBULISTA BIPOLAR

Les presento a una enana blanca.


Soy un poco exagerada y vivo con agotadora intensidad. Aquí en el hiperespacio de la hiperconciencia de la muerte no se puede vivir de otra manera. Lo único que me impide dejar algo para mañana es el miedo, manda huevos, y cierta sensatez que creo que debe de ser genética. Pero yo de lo que quería hablar es de esos días en los que uno camina por la cuerda floja y se siente el ser más feliz y el más desgraciado. Lo más frágil y la última bacteria de la tierra esporulando para resistir al invierno nuclear que se avecina. El más grande genio vivo y una diletante con mal gusto.

Terminar un novela, verle el fin en la punta de los dedos es un instante delicado. Bifronte. Temerario y lleno de miedo. Uno se siente tan feliz que casi podría matar a alguien. Y no caben en el cuerpo todas las preguntas, aunque uno camina más ufano que el caballo de Atila.

Camina por un cable.

Pero con seguridad, pues esta vez hay red. El cajón. El disco duro. A prueba de egos, si el resultado no pasa la prueba. Que siempre la pasa, por aquello de la autocomplacencia, que a mí me gusta más llamar miopía.

Es ese instante en que ves reflejado el futuro en los cristales de la ventana de la cocina: la exposición, el rechazo. El éxito total. 16ª edición, la novela del milenio. Sentirte vanidoso por querer ver publicada la novela. Sentirte idiota por no querer que nadie sepa qué has perpetrado. Necesitar una opinión sincera y objetiva (y saber que nunca, nunca, vas a recibirla), y descubrirte rezando que me diga que le gusta, que me diga que le gusta... Tener miedo de molestar a los amigos, de pedirles que la lean. O de molestar a los amigos por no pedirles que la lean.

Y empezar de nuevo. Que es lo peor, pero también es lo mejor. Porque uno sabe que la experiencia es un grado, pero a la vez siempre empiezas de cero. Nunca hay nada seguro.

Y luego está la coletilla: qué ganas tengo de terminar la novela. Esa frase que te ha acompañado desde ya no recuerdas cuándo. Cuando estás a punto de soltarla, en uno de esos silencios incómodos, te das cuenta de que ya no puedes decirla. Y entonces el vacío se abre ante ti. Un vacío que aún lo es más cuando te levantas de la cama, al día siguiente del día D, feliz, orgulloso, campante. Te miras al espejo, sacas pecho: la terminé, soy un crack, te dices. Te duchas, te vistes, desayunas. Tienes todo un soleado día ante ti para darte mil y un homenaje y te das cuenta de que lo único que te apetecería hacer es sentarte frente al ordenador y seguir escribiendo la novela.

Y ahora me apetecería seguir enumerando, pero estoy harta. Creo que exagero y que me quedo corta. Sobre el cable acuso la liviandad de mi sobrepeso. Pues eso. Que estoy en esos días.


viernes, 10 de diciembre de 2010

DIEZ RAZONES POR LAS QUE NUNCA GANARÉ EL PREMIO NOBEL

El discurso íntegro aquí.


Estos días sale Vargas Llosa en todas partes. El hombre se ha llevado el Nobel. Y yo me alegro mucho. En algún momento he pensado que tiene que estar bien ganar el premio Nobel. Te llama a casa, por lo visto, un hombre muy, muy sueco a horas intempestivas, (muy temprano) y con el que, por lo visto, resulta harto difícil entenderse. Cómo sería que, después de un rato de interferencias, le tuvo que dar la noticia en español. Lo vi en la tele. Y luego le sacaron hablando en español. Al sueco. Todavía no me explico en qué idioma le hablaría primero si fue con ese español que logró hacerse entender. Lo que sí que intuyo es que jamás ganaré el premio Nobel. Aporto razones:

Primero, porque todos los que se lo han llevado estaban despiertos para coger el teléfono.

Segundo, porque suelo preferir escribir este tipo de cosas antes que centrarme en rematar otros proyectos.

Tercero, una voz interior repite talento, talento, talento. ¿Qué me querrá decir?

Lo que más me ha gustado, claro está, es eso de que se le quebró la voz a Vargas al mencionar a su esposa Patricia en el discurso. Y si esto es lo que más me gusta de todo lo que se transparenta es una cuestión de prioridades: que aporta la cuarta razón por la que nunca ganaré el premio Nobel.

La quinta, (deduzco, sospecho, temo) es la carencia de un Patricio, que domine el arte de la generosidad, de la cocina y de la clarividencia (para solucionar mis paroxísticas crisis existenciales con un beso en la frente y un venga, Leo, ponte con la novela).

De mi indefinición política y la ausencia de un pasado marxista, ¿para qué hablar? Pero vamos por seis, si, para variar, no me equivoco.

La séptima es estar empadronada, como expresa Vargas, en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento (¿Otra vez la voz?) acaso –triste consuelo– descubriría algún día la posteridad.

La octava razón, intuyo que obedece a no ser ciudadana del mundo, a haber nacido en Madrid, hija de un gallego y una madrileña, unidos y felices. Y a no haber residido, salvo una honrosa temporada en Zaragoza y otra en Grenoble, en otra parte que no fuera Madrid. (A excepción del jodido limbo ese del que hablaba antes).Y si se me permite añadirlo, al escaso consumo de alcohol y a mis inexistentes coqueteos con estupefacientes y dopantes (salvo el salbutamol, pero eso es por el asma), a los tres años y medio sin tabaco... y no sigo.

Sin embargo, yo también creo que lo mejor que me ha pasado en la vida es haber aprendido a leer. Y luego a escribir. Y después, como Vargas, la capacidad de sentir: el desencanto de lo real, de la realidad; que la vida debería ser mejor; que es la incomunicación lo que nos hace retroceder a la barbarie. Y la evidencia empírica de que sólo nos comportamos como humanos cuando somos capaces de salir de nosotros mismos y meternos en la piel de otro.

( Y qué será lo peor que me ha pasado, pienso al releerme)

Y digo lo mejor porque es la suma de todo esto la que me obliga a conservar apenas una brizna de esperanza. Que se llama supervivencia y me obliga, para cerrar el círculo, a sentarme frente al ordenador.

La novena razón por la que no ganaré el Nobel es la misma por la que termino aquí esta entrada: me voy con una amiga al cine.

Y no hay diez porque, como todos sabemos, la perfección no existe.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

SER MAYOR ES UN TIMO.

El lunes por la noche las nubes no se aclaraban: entre el agua y la nieve estaba la cosa. Y unos hombrecitos le daban a un balón en Barcelona y tenían a toda España en vilo, igual de dividida que siempre. Yo preferí acercarme a calentarme las manos en una de mis lumbres preferidas. La poesía. Y Belén Reyes, rodeada de amigos, reivindicando algo que todo el mundo sabe y que a muchos nos duele más allá, que Ser mayor es un timo (Editorial Celya, Salamanca 2010).

Belén ya estaba en mis comienzos. Estaba sentada junto a Gloria (Fuertes). Una de la mano de otra. Belén es más irónica. Y está viva. Y doy gracias por ello, por los poemas por venir. Por la neurocirugía. Y ya me callo.

COSAS QUE ME DAN PENA
Las cajeras del Día
los viejos y las viejas.
La asistenta y su hija
aprendiendo en la Celsa
que un chinito no engancha
y a los veinte la entierran.
Los amores que tuve
el milagro que dejan.
El amor recibido
el amor que aún me tiembla.
Me da pena mi casa,
la mesita de Ikea,
el frío, la estufita,
mi madre y sus tarteras.
Me da pena que acabe.
Me da pena si empieza.
Los balcones del centro
sus visillos gris perla.
La espalda del polaco
con su bombona a cuestas.

Me da pena ir al Rastro,
el negro sin licencia.


Me da pena internet
navegando a dos velas,
autistas afectivos...
sin una boca cerca,
manoseando un ratón
pornográfica técnica.
Las pelis de la dos.
Tragarse la tristeza.
Me dan pena los lunes
peinaditos de fiesta.
Los ojos de mi perro
el parque y la cadena.
Me da pena el atasco
la casita en la sierra.
Los carros del Alcampo
los créditos vivienda.
Me da pena quererte
y que tú no me quieras
seguir sin ti viviendo
o hacer que me lo crea.
Me da pena escribir
estos versos que enredan
mi pecho con su lana
y la sed de tejerla.
No escribo para mí
esto es del que lo lea

De PONERLE UN BOZAL AL CORAZON


MUERE LA TARDE DETRÁS DE MI VENTANA.

Suena y sus ruidos me hablan de Madrid.
Temo a la noche que ronda esquizofrénica,
Como un sereno loco que no me quiere abrir.

Los coches muy sumisos, como perros de chapa,
Esperan a sus dueños dispuestos a vivir...
El camino de siempre, el recorrido idiota,
De la casa al trabajo... (Hoy me acuerdo de ti).

Tengo un dolor muy nuevo que va estrenando heridas.
Mi cerebro, una esponja. Mi corazón, un clip
Que sujeta mi cuerpo y lo arrastra a tu vida.
Tengo un nudo en los ojos de enredarlos en ti.

De Atrévete a olvidarme.

De Ser mayor es un timo.

NACI PARA AHORA MISMO


Nací para ahora mismo
para sólo este instante.
Para que Dios, de pronto,
se pose en mi cabeza,
y me peine estos años
de onduladas tristezas,
y me recoja el llanto
con horquillas de estrellas.

Nací para ahora mismo
para sólo este instante.
para pararme en seco
y contemplar las grietas
y descifrar los gritos
que tiemblan en mi lengua.

Nací para estos versos
que en este instante cierran,
la herida del misterio
de estar viva y no muerta.
sólo este instante, sólo,
alumbrándome entera.
Lo que venga no importa.
Lo que pasó no pesa.

Nací para ahora mismo
para sólo este instante
decir que ha merecido
la pena tanta pena.
Lo que venga ni importa
lo que pasó no pesa.

SOLO ES AMOR LO OTRO
Sólo es amor lo otro
lo que ya no nos pasa.
Hay un reloj de sangre
parado en la mirada.

Vivimos de chiripa,
alquilando esperanzas
que nos traen y nos llevan
por encima del mapa.

Sólo es amor lo otro
lo que ya no nos llama,
ni en la voz, ni en el sexo,
ni en el dolor, ni en casa.

Es lo otro y no esto
que el calendario estampa.
Es un día hacer dedo
hasta el fondo del alma.

Sólo es amor lo otro
lo que ya no nos pasa.

NO SÉ SI ES POR EL DÍA
o este invierno de años.
Quererte me supera.
Mi amor es más que alto.
Me mira desde arriba...
No sé si estoy pensando.
Paseo por las teclas
mis yemas dando saltos.
A veces veo cosas.
A veces me hago daño.

No sé si es por el día
o este invierno de años.
Tirito sin tu cuerpo
Sin tu boca no hablo.
Me pierdo en una herida
si no tengo tu abrazo.
Es lunes y hace frío,
son las 2 menos cuarto.